Asistentes procedentes de las diferentes obras educativas de España y Portugal se dieron cita en el Monasterio de Santa María de Candepajares, ubicado en Bujedo.
Tres días de encuentro en clave de oración e interioridad que retoman el parón vivido en los dos últimos años tras la pandemia del COVID-19.
Han tenido que pasar dos años -¡y qué dos años!- para poder volver a disfrutar del tradicional encuentro de Navidad en Bujedo. Poco a poco, la deseada normalidad nos ha ido devolviendo parte de la rutina pastoral en los encuentros de verano, encuentros de zona y celebración de la Pascua. Dos niveles -interioridad para jóvenes y silencio para adultos- marcaron los dos itinerarios del encuentro.
Los asistentes fueron llegando a lo largo de la mañana del martes 27 de diciembre desde diferentes zonas de la Península, en concreto desde Gijón, Palencia, Valladolid, Burgos, Paterna, Premiá de Mar y Barcelos (Portugal). Descalzos y dispuestos al pie de la moqueta, los presentes fueron experimentado un viaje personal desde el niño interior hasta el pesebre, siguiendo la estela de la Luz en medio del desierto personal. Un recorrido guiado por el Hermano Rafael Palomera (delegado de Pastoral del Sector Valladolid) en el que se compartió la mirada, el silencio, la contemplación, la infancia y el regalo de dejar huella en otros.
Mención especial en esta travesía merecen el testimonio musical y la compañía del artista cántabro Mario San Miguel, que logró encender el corazón de todos los presentes en cada palabra y acorde compartido; “ser feliz es sencillo, lo difícil es ser sencillo” -concluyó en su intervención. Y es que ser libre, en medio de la compleja masa uniforme que construimos como sociedad, tiene su mérito.
El broche final del encuentro lo puso la celebración de envío, porque “los que juntos comparten y buscan, juntos celebran”. Este es el auténtico regalo de la Navidad: juntos, tras la estrella, encontramos a Dios en la humanidad de un frágil niño.